viernes, 13 de junio de 2008

EL PERIODISMO NARRATIVO. O seis W para no escribir ficción

Por Juan Miguel Villegas

Qué, Quién, Cómo, Cuándo, Dónde y Por qué parecen ser el mantra del reportero que anda de prisa y escribe igual. Las llaman las 6 W porque en inglés se trata de Who, What, How, Where, When y Why, y antes de que se les sumara el Cómo eran tan sólo 5 W. Pues bien, ya que las conoce todo aquel que pisa un aula de periodismo, no sobra este intento informal de definir el narrativo con la misma moneda con la que se le suele ignorar: la del afán.

¿QUÉ?

Una historia en la que no te mienten, en la que todo ha pasado tal cual te dicen, y en la que si algún fragmento es invento, hipótesis o suposición, te lo advierten a tiempo para que luego no salgás a contar mentiras creyéndolas verdades. Si no lo hacen, quien escribe no es un periodista. Es un ladrón.

¿QUIÉN?

Cualquier persona que sepa leer y escribir. Y mejor si lee mucho y escribe bien. Que por lo menos tenga una libreta y un lapicero. Y que si tiene grabadora la use poco: a casi nadie le gusta conversar con un micrófono hambriento. Si se tiene buena memoria, buena labia y una capacidad de observación medianamente aguda, se está bendecido para el oficio.

¿CÓMO?

Saliendo de la casa o la oficina a tiempo, antes de comenzar a creer que todo está escrito, o que ya hay suficientes personas que cuenten todo lo que sucede o sucedió. Dejándose atraer por la afinidad con los temas, no importa si se trata de un batallón que quiere dejar las armas, las aventuras de un hombre que asusta gente, o la rutina de una hormiga por el centro de la ciudad. Todo tema, investigado con paciencia y los ojos bien abiertos, conduce a una buena historia. Y viceversa. Si no, hay que seguir buscando y atar los cabos sueltos. Te das cuenta de que la historia está completa cuando sos capaz de resumirla de cabo a rabo, y a viva voz. Y si al intentar escribirla no te sale, o si te sale no queda como soñabas, es porque falta algo, porque no sabés para dónde vas, o en últimas porque no has leído suficiente y aún no tenés ni idea de qué se trata eso de las buenas historias.

¿CUÁNDO?

“El mundo no para de dar vueltas”. “El tiempo corre, el tiempo vuela, el tiempo tiene la palabra”, dice Latina Stereo. Las historias son buses: siempre pasan, pero el que te dejó, te dejó. El periodismo diario exige correr todo el día de un bus a otro. Pero a las historias les importa un pepino que uno se baje de ellas a las tres o cuatro cuadras. Peor para uno. El buen viajero se monta en las historias mínimo hasta que se acaba la gasolina o se queda sin dinero. Una buena historia es un bus fantasma: tiene rumbo desconocido pero siempre te lleva a un “más allá”. Si el conductor es malo, se llega mareado al terminal.

¿DÓNDE?

Para comenzar, no en la llegada. Es decir, no en Internet, no en los periódicos, no en las revistas, no en televisión… Sino de pie, con los zapatos en movimiento, no importa si te conducen al basurero, a un avión o a una librería de segunda. Si se comienza en la propia habitación, hay que asegurarse de abandonarla pronto: podés quedarte dormido o empezar a inventar cosas. Se puede ensayar con la acera del frente o la ciudad vecina. Los hoteles y los bares sirven, pero distraen demasiado. Y en últimas, el primer paso, el primer lugar, es lo de menos. Una buena historia siempre te conducirá de un lugar a otro, de una persona a otra. Hay que escuchar los monólogos, pero desconfiar de ellos: esto es periodismo, no tradición oral. Mejor conversar que preguntar. Siempre tomar notas, durante o después, pero lo antes posible. La memoria pule y deforma: por algo se juega “teléfono roto”.

¿POR QUÉ?

Por todo eso. Porque es bueno moverse de un sitio para otro, conocer gente, escucharla, jugar a que se puede preguntar cualquier cosa, aprender a descubrir mentiras y a sentir el placer de confirmar verdades. Porque siempre alegra ponerle una ficha más a un rompecabezas. Porque no cualquiera puede hacerlo. Porque perder, o sea mentir, es fácil. Porque produce emoción dárselas de espía, de investigador privado, o hacerse la mosca en la pared para coleccionar escenas. Porque la vida merece ser contada. Porque una cosa es que te sucedan cosas, y otra andar con los cinco sentidos despiertos para después contar. Porque las historias que se consiguen así no abundan en Internet ni en los periódicos ni en las revistas, y porque esos lugares las necesitan a gritos. Porque una historia vale más que mil noticias. Y porque si leer una buena historia deja el corazón caliente, sentir que se escribió una decente puede hacerte tan feliz como anotar el gol del triunfo en el último minuto. Los lectores, en la tribuna, lo sabrán agradecer.

2 comentarios:

David E. Guzmán dijo...

Qué delicia de escrito... gracias

David E. Guzmán dijo...

Qué delicia de escrito... gracias